Érase una vez un predicador que llegó un dia hasta la Ciudad del Turia, procedente de las tierras del norte y al que se le conocía por el nombre de Engañifa. Entró con su carromato hasta el centro del pueblo, provocando un gran revuelo entre los habitantes de la ciudad, que cesaron sus labores para congregarse en la plaza ante tan inusitada visita.
Engañifa venía acompañado de un atípico personaje llamado Antonio Culocastillo, al que el propio predicador había rescatado de morir ahogado en un gran charco oleaginoso, provocado por sí mismo, pues sufría importantes pérdidas de aceite. El papel de Culocastillo consistía en inmiscuirse entre la gente para vitorear y jalear al predicador, al tiempo que animaba a los varones dándoles palmaditas en el trasero.
El discurso de Engañifa era un sinsentido donde ensalzaba los fundamentos del espíritu como valores eternos en base a un sentimiento sublime de amor patriótico, a través de la purificación del alma y la sanación de la mente. (Una mierda, vamos).
Durante la escenificación mostraba unos frascos de cristal, mugrientos como él, que según decía contenían humo sagrado que servía de conducto para alcanzar el estado de pureza, tanto eterno como terrenal. De esta manera, vendiendo humo, pretendía este embaucador hacer fortuna camelando a la gente del pueblo, y además ofrecía, por la compra de dos frascos, un soplado mágico gratis. El soplado mágico consistía en dar repetidamente soplidos en las partes pudendas de los varones para preservarles, según él, de contraer enfermedades venéreas. A partir de estos actos se le empezó a conocer también como el Predicador Soplapollas.
Pronto se dieron cuenta los Turiaterrenses de la farsa de Engañifa y fueron abandonando la plaza, quedando sólo unos pocos incautos, y entre ellos el Comendador de la ciudad, llamado Roke Lin, que había accedido al cargo gracias a la intercesión de su padre, que era un rico terrateniente. Y todo eso a pesar de que Roke era una persona de pocas luces y con unas taras mentales muy pronunciadas.
Y así fue que el Predicador Engañifa aún pudo sacarle al Comendador ciento setenta y cinco millones de soleuros (moneda de la época) por la venta de la partida de frascos de humo, que fueron pagados de los fondos de la comunidad, claro.
Y colorín colorado, este cuento (por desgracia) no ha terminado.
Moraleja: De fóra vindrán, que de casa ens tirarán.
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4 comentarios:
Moraleja: De fóra vindrán, que de casa ens tirarán... eso si no nos quitan también la casa...
El culo castillo vol comprar un terrenet o que l'enterren net? es que a vegades perc el fil
Valencia y che
Sólo ha faltado decir: Esto es una historia basada en hechos reales donde se ha modificado los nombres de los personajes para preservar su identidad
Veremos hasta donde llega la trama...
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